Frases célebres

lunes, 25 de octubre de 2010

Gotas de lluvia

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El cielo estaba negro, las nubes tan apelmazadas que apenas dejaban pasar un rayo de sol, y yo estaba sentado en mi viejo sillón, en mi apacible casa de campo, navegando por el mar de mis recuerdos. Empezó a llover y parecía que todo el agua del planeta se hubiera concentrado frente a mi ventana, cayendo sin cesar, durante horas, de forma torrencial.

Siempre me gustaron los días lluviosos por la capacidad que tenían de liberar toda mi sensibilidad y ayudarme a percibir los más bellos detalles de la existencia. Y así, dejé sobre la mesa el viejo libro que siempre releía y me concentré en disfrutar la caída de la lluvia en mi cristal.

Pasaron horas, pero creo que no fui consciente del tiempo, no al menos hasta que la lluvia paró  y el cielo empezó a transformarse en mil colores. Apareció el arcoiris con su fórmula mágica que siempre sorprende, y la claridad de algunas nubes que venían formaba un paisaje bellísimo de diferentes tonalidades.

Hacía ya más de media hora que no había caído ni una gota de agua y entonces fue cuando la vi a ella, se deslizaba temerosa y frágilmente, quizá con miedo a llegar cuando todas las demás se habían ido; quizá con recelo a parecer diferente, aparecer por separado, tal vez, con preocupación de no haber llegado a tiempo. De esta forma, sin haber avisado previamente, fue recorriendo lentamente su camino, alcanzando su meta bastante después que las demás. Tal vez ella se creía distinta, incluso peor, pero sin embargo para mí fue la más especial, la que me dio la posibilidad de pensar en la esencia del agua, en su recorrido... ¿De dónde había salido esa gota tardía? ¿De una teja mal situada en el techo de la casa? ¿Del tambor de la persiana, quizá? ¿Del marco de la ventana? Cuando la vi, estaba concentrada en un solo lugar, quieta, inmóvil, tal vez estuvo a punto de arrepentirse de continuar su recorrido, sólo tuvo que pararse y esperar a que la fuerza del sol la consumiera, pero decidió seguir y dividirse en minúsculas partes que trazaron un hermoso trayecto irregular ante mis ojos.

De repente, en esa sencilla observación de la naturaleza fue cuando surgió en mí una extraña sensación de arrepentimiento. Toda la vida intentando caminar con rapidez, acompañado de la mayoría, del grupo, preocupado por la velocidad, por alcanzar pronto las metas. Toda la vida atosigado por la torrencialidad de los hechos. Nunca me atreví a hacer nada que se saliera de la norma, no quería ser diferente, y ahora, en un detalle tan simple como la caída de una gota de agua, me daba cuenta de que precisamente lo diferente era lo especial. Advertí que quien rompía los esquemas habituales se hacía más importante a los ojos de quien observa. Aprendí o quizá comprendí lo que aprendí hacía años, en unos pocos minutos, que la magia de la vida, como en el arcoiris, se produce cuando se unen dos fenómenos muy contrarios. Yo, que nunca me había arrepentido de nada de lo que había hecho, me arrepentí de pronto del sinfín de cosas que había dejado de hacer.

Entonces supe que tal vez tenía que haber usado más ropa de colores, probado más sabores exóticos y olido flores en primavera. Entendí que tendría que haber disfrutado más de la música, liberado mis sentidos ante ella y haber dejado bailar a mi espíritu al ritmo de mis pies. Supe que cada vez que me había dejado llevar por la inmovilidad de la rutina, había dejado morir una parte de mí, porque estar muerto es estar quieto y vivir es todo lo contrario. Me di cuenta de que tendría que haber decorado las paredes de mi casa y mi despacho con más alegría, que debía haber dejado de veranear cuarenta años en el mismo pueblo playero y haber conocido más maravillas del mundo, más lugares escondidos en los que la mano de la Naturaleza talló sus mejores obras de arte.

Es curioso todo lo que he descubierto por la caída de la lluvia frente a mi viejo sofá.

Foto compartida bajo licencia de Creative Commons, gracias a la galería de flickr de anieto2k

2 comentarios:

  1. Dejarse llevar por un sutil mundo de sensaciones es el paraíso deseado. No creo que consista todo en innovar o dejarnos llevar por la rutina. La rutina puede ser tierna y exquisitas si sabes día a día saborearla así como tener el valor de hacer algo aunque llame la atención, si se te apetece y disfrutas con ello, hazlo si con ello no dañas a nadie, claro esta. Se puede sentir de las dos manera, el caso es sentir porque parece que estamos más vivos cuando lo hacemos.

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  2. Así lo creo yo también, Rosario, lo importante es que sintamos y que seamos capaces de disfrutar cada uno de los regalos que la vida nos ofrece. Gracias por pasarte por mi blog, leerme y dejarme este comentario. Un abrazo.

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