Frases célebres

martes, 4 de octubre de 2016

Prefacio de "Contra el cielo", de Salvador Robles Miras


¡Hola! Vuelvo a pasarme por este abandonado blog solo para compartir con vosotros el prefacio que tuve el honor de escribir para una novela muy muy especial para mí, Contra el cielo, de un gran autor y mejor persona, Salvador Robles. Salvador estará el próximo lunes 17 de octubre en Sevilla (aquí podéis ampliar la info sobre el acto) y me encantaría que, si podéis, vengáis a conocerlo. 


Escribir este prefacio ha supuesto un reto complicado para mí. ¿Cómo estar a la altura de la grandeza de esta obra? ¿Cómo conseguir transmitir lo que su lectura supuso en mi vida?

Contra el cielo es una novela magistral en la que Salvador Robles disecciona con habilidad el alma humana y nos empuja a asomarnos a sus profundidades, a penetrar en la esencia del sufrimiento, a empatizar con el terrible desconsuelo de un padre que pierde a su hija en una explosión de un coche en Villa del Norte y que bien podría encarnar la aflicción de cualquier padre o madre del mundo en unas circunstancias similares. Es una obra que nos despierta y desasosiega planteándonos reflexiones trascendentes sobre la sinrazón del extremismo ideológico y el terrorismo que juegan con la vida dejando tras de sí un horrible halo de muerte y dolor. Es una historia que llega muy adentro del lector, que roza su conciencia, sus entrañas, una novela que en algunas de sus partes duele y provoca más de un suspiro auténtico, que deja poso y se queda anclada en nuestros recuerdos.

Pero no quisiera dar una falsa imagen del cariz de Contra el cielo, pues lejos de ser una lectura negativa, a pesar de las circunstancias trágicas que viven sus protagonistas, Salvador ha conseguido introducir un mensaje nítido de optimismo, una luz refulgente, abordando de una manera ejemplar algunos temas fundamentales: el amor, protagonista absoluto, ese sentimiento único que cimenta la vida, que aporta las bases necesarias para no tambalearnos, que siembra esperanza donde todo podría darse por perdido… (Sin amor no se puede vivir, Rubén); la lucha por el honor, una batalla extrema que enfrenta al protagonista, a ese padre en el que podemos ver a todos los padres del mundo azotados por la crueldad de un dolor tan injusto como infinito, a defender con coraje la verdad, la verdad de Ainara; la esperanza, tan útil, tan necesaria, tan valiosa...; la degradación moral de la sociedad (pero ¿desde cuándo las personas decentes tienen que demostrar que no son indecentes?); la paz, tan vapuleadada y maltratada como ansiada... Y, cómo no, porque esa es la impronta de Salvador Robles, en mi opinión, su huella más profunda, es esta una novela de valores, de los más valiosos, de los más nobles, de los que dignifican al ser humano y convierten a quienes los defienden y representan en héroes admirables.

Requiere una mención especial el estilo literario del autor, sencillo, limpio, depurado, sin excesivas florituras, que en numerosos pasajes de esta novela, muchos de ellos auténticas radiografías del sufrimiento, llega a fundir la prosa con la poesía en descripciones de gran intensidad que llevarán al lector a reducir el ritmo de lectura, o incluso a detenerla, para ser más consciente de lo que Salvador le presenta, para mirar en su interior, para reflexionar, para, al fin y al cabo, parafraseando a Kafka, experimentar la ruptura de ese mar helado que todos llevamos dentro. Ha escrito Salvador una obra para degustar con calma, leer, releer, subrayar…, para encontrar en cada personaje que aparece, en cada diálogo, en cada pensamiento entrecomillado una reflexión certera y de enorme calado sobre la naturaleza humana.

Decía Carl Sagan que «un libro es la prueba de que los seres humanos son capaces de hacer magia». Bendita magia la que hacen autores como Salvador Robles que, sin que necesitemos movernos del lugar de la lectura, consiguen que conozcamos múltiples dimensiones del ser humano y con ello se derrumben barreras de nuestra mente, prejuicios, se amplíen nuestros horizontes y nos hagamos más sabios, más libres, más auténticos; en definitiva, mejores. Gracias, Salvador, por aportarnos tanto con la riqueza de tu literatura.


Si Sevilla no te viene bien, habrá también presentaciones en Bilbao, Valencia y Pamplona. Más información en el perfil de Facebook del autor o en el de la editorial, mundopalabras.es. ¡Gracias por el interés y por ayudar con la difusión! 

sábado, 3 de septiembre de 2016

“Marafariña”, de Miriam Beizana


Hacía casi una eternidad que no me animaba a publicar nada en este blog. Sin embargo, me he decidido a utilizarlo (mientras concluyo el trabajo en mi nueva página de autora) porque me apetece un montón compartir con quien le interese mi opinión sobre algunas lecturas veraniegas que he disfrutado y que, sin duda, recomiendo.

Ando robándole horas al descanso y el sueño para poder mantener algunas de mis aficiones, así que ruego que seáis indulgentes conmigo si la redacción de esta entrada no es la más correcta. Quedaos con el fondo, que no es más que la intención de aportar mi granito de arena en la difusión del libro que me ha impactado con mayor profundidad de los leídos en las últimas semanas: Marafariña, de Miriam Beizana.

Por puro azar, en uno de mis paseos por la red me encontré con la sinopsis de esta obra y algo en ella me sedujo con intensidad (¡qué importante son las sinopsis!; como para infravalorar su poder), probablemente porque lo que intuía en el fondo de esta novela se parecía bastante al tema que yo estoy tratando en una de las obras que estoy escribiendo. La comparto a continuación:

Ruth siente un vínculo especial, esotérico, con Marafariña. Su propio corazón, su latido, es inherente al propio pulso de una Marafariña que la ha acompañado siempre, en cualquier faceta de su vida. Apenas ha necesitado nada más para sobreponerse a su compleja situación personal: toda su existencia está sometida a unas poderosas y restrictivas creencias impuestas por sus padres, a raíz del fallecimiento de su hermano mayor. Enfrascada en una vorágine de obligaciones, siguiendo el camino estipulado sin replantearse ninguna de sus pautas, sobrevive enfriando sus sentimientos y anulado sus deseos o su curiosidad.

Sin embargo, la llegada de Olga a la solitaria aldea parece desbarajustar el equilibro y la paz de Marafariña y de la propia Ruth, como si repentinamente, la inmutabilidad de la Naturaleza del lugar y de la muchacha se resquebrajasen como las otoñales hojas secas. A partir de entonces, el virginal bosque de emociones en el que vivía Ruth, se ve surcado por millones de nuevos caminos, nuevas posibilidades y nuevos sentimientos, que le provocan un doloroso, a la par que hermoso, despertar personal.


Desde la primera página, Marafariña me llegó de una manera muy especial. En su inicio cuenta Miriam que es una obra autobiográfica y que había pensado en pedir perdón por lo que cuenta, pero que finalmente había decidido que no. No me hizo falta más para sumergirme con la máxima atención en esta novela y reconocer muy pronto que estaba ante una gran autora, en mi opinión, con un gran talento para tener en cuenta.

La prosa de Miriam me ha gustado mucho, su fuerza expresiva, la poesía que emerge de algunos párrafos bellísimos, la intensidad narrativa que consigue en muchos fragmentos, sus nítidas descripciones… Pero lo que más me ha impresionado, uno de los logros que más valoro yo en un autor, es su capacidad para sumergirse en las entrañas del ser humano (para ello hay que tener mucho mundo interior), diseccionarlo y sacar a la luz las emociones, sentimientos, inquietudes, dudas, sueños… de sus personajes. Y Miriam lo hace en esta obra prodigiosamente bien, hasta el punto de que algunas partes de la novela se hacen duras de procesar, como si de un espejo se tratara te impulsan a mirar dentro de ti y obligan a distanciarse un poco de sus páginas y tomar aliento para continuar...

Marafariña me ha ayudado también a conocer más sobre los Testigos de Jehová (siendo para mí muy destacables las reflexiones de Miriam sobre la religión y Dios) y me ha hecho disfrutar y hasta estremecerme siendo testigo de una historia de amor preciosa, pura, sublime, transformadora, perfectamente narrada. Una historia en la que Ruth y Olga nos enseñan una gran lección sobre el amor más auténtico y cómo este nos impulsa para encontrar lo mejor de nosotros mismos, para vivir en excelencia y liberarnos lejos de creencias limitadoras que convierten al ser humano en seres aborregados. 

Merecen una mención especial también las descripciones en las que las protagonistas se funden con la naturaleza y consiguen llevarnos de la mano a los lectores, que nos sentiremos con facilidad abrazados por la sensibilidad y la intensidad de las páginas.

Tengo la impresión de quedarme corta con esta “reseña” porque ha sido mucho y muy bueno lo que he sentido leyendo Marafariña (como si compartiera con la autora el mismo tipo de mirada sobre diversas realidades) y son muchas y muy importantes las reflexiones depositadas en ella. Sin embargo, prefiero que si consigo despertar un poco tu curiosidad y te apetece sumergirte en una obra fuerte, intensa, que no deja indiferente, que (parafraseando a Kafka) actúa como ese  hacha que quiebra un mar helado que llevamos dentro, que conseguirá que mires en tu interior y reflexiones sobre algunas de tus creencias... le des una oportunidad a esta obra de Miriam Beizana, que es autoeditada (bendita la autoedición que ha eliminado tantas barreras y filtros entre autor/lector), puedes comprar en Amazon por solo 0,99 € y te aseguro que supera en calidad a muchos premios literarios de importancia en nuestro país y a mogollón de títulos que ocupan las mesas de novedades de las librerías.

Yo siempre digo que hay que darle una oportunidad a los autores independientes y las letras de Miriam lo merecen. Auguro un futuro prometedor a esta joven autora gallega,  ojalá sea así, talento y bagaje existencial no le faltan. Gracias, Miriam, por aportar tanto. Te seguiré leyendo. De hecho estoy deseando hacerle un hueco a tu novela Todas las horas mueren.


miércoles, 31 de agosto de 2016

El verano que decidí no morir



¿Quién me iba a decir, hacía unos años, que esta estación del año de la que siempre gozaba tanto se convertiría en una enemiga cruel y asesina?

¿Cómo podía imaginar que ese refrán que yo repetía con frecuencia (“hay miradas que matan”) llegara a tener un significado tan literal?

Aquel verano fue la prueba definitiva.

Esos primeros paseos primaverales por la ciudad en los que las mangas se acortaban no fueron más que ensayos generales en los que apenas llegué a experimentar la extrema crudeza de la realidad que me tocaba afrontar.

Fue durante los meses estivales cuando la ausencia de tejidos que cubrieran aquellas desagradables cicatrices me dejaron al descubierto. Al desnudo. Sin posibilidad de ocultar eso en lo que me había convertido.

Me había preparado concienzudamente. No fueron pocas las sesiones de psicoterapia con el doctor Pedralbez; sin embargo, a veces, ni en tus peores pesadillas aparece la perversidad de la realidad tan virulenta. La puta realidad. Aquella que había decidido echarme un pulso, poner mi vida patas arriba, vapulearme, destrozarme...

Por más que me hubiera aprendido mil recursos para afrontarlas…

Por más que conociera la teoría y pudiera estar convencido de la importancia de la actitud…

Por más que hubiera ensayado un sinfín de formas de controlar las emociones negativas…

Fracasé.

No pude.

Me superaron.

Me destrozaron.

No tuve la fuerza necesaria para ignorar tantas miradas.

Las primeras que percibí fueron de extrañeza. Observadores que, pareciendo que no se inmutaban, fruncían el seño e intentaban mejorar el enfoque para cerciorarse de lo que estaban viendo, para asegurarse de que aquella monstruosidad no fuera una ilusión o una proyección de la peor película de terror que hubieran visto o imaginado.

Muy pronto vinieron las de pena. Totalmente demoledoras. A pesar de haberme preparado para asimilar la compasión (cómo odiaba aquel sentimiento que me reducía a un pobre enfermo al que proteger) que podía despertar, sentirlo de aquella manera tan intensa en un encuentro frente a frente en un paseo, en la playa o en un pasillo del supermercado... me destrozaba. Incluso podía oír los pensamientos de quienes me habían mirado, cómo se refugiaban en su mundo interior para reflexionar sobre los duros golpes que la vida puede asestar y cómo pedían a sus dioses la protección ante tamañas desgracias.

El asco. Ay, el asco, tan visible en esos rostros menos avezados en el arte del disimulo, en la difícil tarea de ocultar las emociones. Sin duda eran las más crueles, pero las que menos daño me hacían.

Sí, definitivamente prefería dar asco a infundir tristeza.

Las de miedo podían provocarme incluso risa. Para ello me había entrenado y aquí sí parecía haber dado algún resultado tanta terapia. La escasa ternura que aún quedaba en mí dejaba a los niños fuera de mi ira y mi dolor. Al fin y al cabo, a ellos no se les podía exigir o presuponer el control que yo tanto echaba de menos en los adultos.

Tras varias jornadas sobrellevando el haberme convertido en objeto de todas las miradas en esa pequeña localidad costera donde casi nunca pasaba nada, aquel día algo cambió. Aquella chica joven giró la cabeza nada más verme, como si en su alegría veraniega, su jocosidad, la tranquilidad de sus paseos... no hubiera cabida ni siquiera para la desgracia ajena.

Y en aquel momento, en un instante, todo lo trabajado durante los largos meses de invierno se desvaneció. En un instante se vinieron abajo todos los muros y corazas con los que había intentado protegerme y me quedé indefenso ante aquellos transeúntes que sonreían, cantaban, paseaban de la mano y saboreaban apetitosos helados; ante todos aquellos paseantes y sus miradas hirientes que iban asestándome puñaladas conforme pasaba por sus lados.

Y comenzó aquella punzada en el pecho. Muy fuerte. Me asusté. Llegué a pensar que el corazón, desbordado de tanto sufrimiento casi agónico acumulado durante meses, había decidido abandonar la lucha.

Empecé a correr, pero no iba hacia el ambulatorio, ni hacia casa, ni buscaba un teléfono desde el que poder hacer una llamada de socorro. Solo corría. Sin rumbo. Sin detenerme. Sin alivio.

Nadie intentó parar a aquel ser enfermo, a aquel trozo de carne deformada que corría como un animal herido huyendo de su propia existencia. Nadie interrumpó su efímera felicidad de verano para transformar la curiosidad morbosa en un gesto de preocupación sincera. Nadie me tendió una mano ni me miró con afecto. Nadie trató de parar aquella hemorragia interna que entre todos habían provocado.

Rendido, exhausto, sin fuerzas, caí al suelo golpeándome la cabeza justo con un espejo situado en el escaparate de un comercio; un espejo que, nada más recuperar la conciencia, me devolvió sin piedad aquella imagen de la que llevaba meses tratando de huir. Y allí, como la examinadora más severa, como una jueza impía, estaba aquella mirada, la única responsable de otorgar valor a lo que veía, incluso al resto de miradas. Ante la cercanía de la muerte, por primera vez fui consciente de que era ella, con su desprecio, con su asco, con su miedo y su temor quien recibía, de forma correspondida, las mismas energías que emitía.

Y allí, cuando había estado a punto de perderlo todo por haber cedido al dolor, cuando mi corazón me había amenazado con dejar de latir, comprendí con una nitidez inusual qué sería lo único que podría salvarme de aquel infierno en que yo mismo me había hundido: mi propia mirada.

Foto de Pixabay, de leandrodecarvalhophoto.

domingo, 11 de octubre de 2015

Salvador Robles Miras, gran escritor, humanista y pensador

Si hay algo que me fascina de Internet y las redes sociales es la posibilidad que nos ofrecen estos medios de entablar y mantener relaciones con personas que, de otro modo, a lo mejor nunca hubieran entrado en nuestra vida o, de haberlo hecho, hubieran quedado en meros contactos superficiales.


Hace unos meses yo tuve la suerte de entrevistar en mundopalabras.es a Salvador RoblesMiras, periodista y escritor, cuyas respuestas me demostraron que tenía ante a mí a una persona enormemente interesante de la que mucho podía aprender. A partir de ese momento, empecé a seguirle en su página de Facebook y a conocer más sobre su obra, sus letras… y sobre la suprema sensibilidad con la que capta trocitos de realidad que tantas y tantas veces a muchos nos pasan desapercibidos. Pronto descubrí que Salvador no solo es un buen escritor y redactor que maneja las palabras con gran habilidad y destreza, así como construye unas historias extraordinarias, sino que, además, como dice Yoly Hornes en uno de los prólogos de su novela La exclusiva del asesino, que tengo la fortuna de estar disfrutando, Salvador es un humanista, un maestro y un pensador.


A la sombra de un tilo, el último libro de este prolífico escritor, ha visto la luz hace muy poco. Se trata de una compilación de 520 microcuentos y 10 cuentos breves sobre, en palabras del autor, la verdad de la ficción... y la ficción de la verdad. Sé que a muchos de los que me seguís os encantarán las letras de Salvador, por ello os animo a leer sus libros, disfrutar de los textos y reflexiones que nos regala a diario en redes sociales y a conocerlo personalmente en alguna de las diversas presentaciones que va a hacer de su nueva obra por España. Los que estéis en Sevilla tendréis la oportunidad de conocerlo el próximo día 6 de noviembre a las 19.30 en la librería La Casa Tomada (aquí el enlace al evento creado en Facebook). En su infinita amabilidad, Salvador ha contado conmigo para que lo presente en este acto, junto a Antonio Rivero Taravillo, poeta y escritor, y allí estaré, por supuesto, intentando hacerlo lo mejor posible, como merece, tras lo cual Salvador, con su amabilidad, esa especial sensibilidad que pronto descubriréis y con la magia que consigue hacer con sus palabras, se entregará al cien por cien para lograr que pasemos una tarde maravillosa. No faltéis, os esperamos.


Para abrir el apetito, os dejo con un par de manjares que encontraréis en “A la sombra de un tilo”.



EL OTRO AMOR


La había amado en cuerpo y alma durante más de sesenta años. Ahora que la mujer ni siquiera lo reconocía, el hombre se dedicaba a vestirla, limpiarla, alimentarla y acunarla, y, mientras hacía todo esto, cultivaba otro tipo de amor, quizá el verdadero amor: la ternura.





LA VIDA SE ABRE PASO (relato finalista del II Concurso Internacional de Microrrelatos ‘Claves en Diagonal’, Argentina)


En cuanto el bebé salió de sus entrañas, la joven madre tuvo la tentación de asfixiarlo para ahorrarle los infinitos sufrimientos que le aguardaban a este lado de la vida. Pero fue incapaz de hacerlo. Embargada por la ternura, arrimó al niño contra su pecho y, entre besos, lo amamantó con las gotas de leche que manaban sus emaciados senos. En los campos de exterminio no sólo hay muerte.





jueves, 10 de septiembre de 2015

Prólogo de "Como tú y como yo"


Comparto con vosoros el prólogo de Como tú y como yo, que me dedicó en su día un buen amigo y mejor profesional: Carlos del Pino Velasco. Carlos es escritor (publicó un cuento infantil con Didop Educación para el Optimismo, además de haber escrito multitud de relatos cortos); coach ontológico; formador y un montón de cosas más que si relacionara, me quedaría sin entrada :). Pero, por encima de todo, Carlos es una excelente persona que nunca ha dudado en echarme una mano cuando lo he necesitado y que, en esta ocasión, ha demostrado un enorme aprecio y una gran ilusión por mi proyecto, sacando tiempo en su ajetreada vida para escribir un prólogo de lo más afectuoso y profundamente emotivo. ¡Muchas gracias, Carlos!



Todo libro nace para ser leído y es en esta lectura donde encuentra su razón de existir. Por ello depende de ti, amigo lector, que este ejemplar que tienes en tus manos recobre la vida para la que fue creado. Una vida que, como la tuya, la mía o la de su autora, estará repleta de aventuras, anécdotas, sueños, desesperación, desengaños, éxitos y fracasos.
Como tú y como yo se compone de trece relatos independientes entre sí, pero conectados por un fino hilo que se fundamenta en el autoconocimiento y la superación. Todos los personajes resurgen fortalecidos de sus propias brasas, al igual que el fuego renace brillante, tan solo brindándole un soplo de aire, del rescoldo grisáceo y casi apagado tras una dura y fría noche. Cada relato tiene un principio y un fin literario, pero su huella se extiende más allá de la palabra escrita adentrándose en el alma del lector, quien le dará, si quiere, un final concreto o dejará que vuele a un incierto destino formando parte de su propia existencia.
Como tú y como yo nos sumerge desde su comienzo en una ruleta de vivencias cercanas que, a veces, nos pasan desapercibidas aun sabiendo que suceden a nuestro alrededor. Vivencias que hablan de esa gente con la que cada día nos cruzamos a cada paso, en cada esquina; gente de la calle, de la empresa, de la familia, del barrio, del metro, del quiosco, del bar, una terraza o del hospital; gente como nosotros, como tú y como yo, que tiene una historia que merece ser contada, una historia que merece ser leída, una historia, en suma, que merece ser vivida.

Berta Carmona nos muestra a los personajes de
Como tú y como yo en modo narrativo con pequeñas incursiones de escenas en formato dialogado o monologado, que dotan de gran agilidad y cercanía a la aventura del protagonista.

Berta hace gala de un lenguaje elegante, sencillo y de un uso magistral de la metáfora que facilita al lector la conexión emocional con los personajes, de los cuales nos desvelará sus pensamientos más íntimos. Su capacidad para viajar al interior más profundo del ser humano logrará la fusión, en un mágico y peculiar idilio, con las entrañas de aquel que se regala su lectura, a partir de la cual ya nada es igual porque, un corazón sensible, queda irremediablemente atrapado y seducido por la profundidad de sus reflexiones.

Muchas son las obras que encontramos en los últimos años tratando este mundo interior, pero pocas lo hacen con la perspectiva aséptica que Berta consigue, logrando alejarse hábilmente de proporcionar consejos, proponer al lector modelos de gestión o dar una visión de lo que es o no correcto, como es habitual en muchos gurús actuales. Gran parte de la responsabilidad de este resultado neutro lo tiene el estilo novelado de sus breves e intensos relatos, los cuales permiten al lector acercarse a su propia historia a través de la interiorización de los conceptos trabajados en la obra.
Como tú y como yo es un canto a la libertad y al respeto por la capacidad del ser humano para decidir por sí mismo al ser el mejor testigo de su propia vida. A través de sus personajes nos acercaremos a sentimientos como la desesperación, el éxtasis, el frenesí, la incomprensión, la desesperación, el desengaño, la marginación, el desamparo, la dulzura, la paz o el amor; viviremos con ellos sueños y éxitos, unas veces alcanzados, otras dejados atrás; observaremos cómo afrontan sus vidas con distinta actitud, humildad, tesón, sabiduría, bondad, sencillez, o complejidad; nos podremos trasladar en un baile musical hasta el mundo de los sentidos para ver cómo florecen los más bajos y elevados instintos; aprenderemos que, a pesar de la complejidad de la vida, siempre pueden encontrarse motivos para continuar y siempre se puede volver a empezar.
Como tú y como yo es la culminación del deseo y la ilusión de escribir durante muchos años aplacados por su autora. Para mí, que he tenido el placer de ser destinatario de muchos de sus relatos con anterioridad, esta publicación supone el merecido premio que Berta obtiene al trabajo bien hecho, la constatación de la superación de sus propios bloqueos..., que se traduce en una bellísima obra que viaja en espiral hacia el exterior compartiendo con sus lectores el enorme mundo interior que posee, repleto de fantasía y creatividad desbordante, llegando a su destino como un dulce reflejo de la espontaneidad de la autora y todos y cada uno de sus personajes.

Espero que el viaje al interior que ahora inicias con esta lectura te traslade, como a mí, a la búsqueda de tus anhelos desde lo más profundo de tu corazón y te cargue de energía para decidir tu camino.
Carlos del Pino Velasco

Escritor y coach ontológico

www.delpinocoaching.com



Si quieres leer la sinopsis y algunos resúmenes de los relatos, pincha aquí.

"Como tú y como yo"

Como tú y como yo es una obra autoeditada que vio la luz a finales de 2012.

Se trata de un libro compuesto por trece relatos cortos protagonizados por personajes corrientes, como tú y como yo, que aman, sueñan, se equivocan, reciben numerosos embates, llevan la marca del fracaso en sus ojos, pero siempre resurgen aprendiendo, con honor y valentía, de sus derrotas cotidianas. Todos son héroes porque a diario luchan valientemente por ganarle la batalla a las dificultades de la vida; por superar sus circunstancias; por mejorar tras sus errores…Una obra llena de esa luz tan necesaria en estos días; de un optimismo realista que se presenta como una salida victoriosa a los conflictos diarios.

¿Por qué comprar este libro con todo lo que hay que leer por ahí? Buena pregunta. Si te apetece, descubre a continuación algunos resúmenes de varios de los relatos, así como algunas opiniones de quienes ya lo han leído:

Bajo el lapacho rosado: Se trata de un homenaje a todas aquellas personas valientes que un día abandonaron su hogar buscando un  futuro mejor. Es mi agradecimiento particular a todas esas mujeres inmigrantes que, como verdaderos ángeles, nos ayudan con el cuidado de nuestros enfermos y personas mayores. Este relato es  también una historia de pasión, amor, desengaños, equivocaciones y expiación… Un texto profundamente emotivo en el que he dejado un pedacito de mi corazón.

Pupilas rojas: Tras recibir una terrible llamada que le anuncia el fallecimiento de una amiga en un trágico accidente, la protagonista se verá atrapada en una serie de situaciones llenas de angustia, dolor e impotencia, que le harán enfrentarse con el origen de su verdadero sufrimiento y, por primera vez, consigo misma. Un repaso por el sentimiento de clases, el egoísmo, la capacidad de querer, el poder del sexo… Una historia sofocante que conmueve y nos hace reflexionar al tiempo que compartimos emociones junto al personaje principal.

El dibujo: Esther sorprende a su madre conmovida tras la llegada del cartero. Un breve mensaje, una fotografía… turbarán el ánimo de la mujer, haciéndole desempolvar una historia que creía enterrada para siempre. Un relato sobre el poder del destino y la importancia de seguir las señales. Un canto a la esperanza y a la importancia de la paciencia y la perseverancia.

Miel y canela: Josefa, aquella muchacha enormemente introvertida, es hoy una mujer fuerte, segura y con una meta clara a la que se ha agarrado para superar las terribles desgracias que han arrollado sus sueños. Este relato nos hará reflexionar sobre la importancia de vivir con objetivos y sobre el poder del altruismo para alcanzar una trayectoria plena y feliz por encima de cualquier obstáculo.

Edelweis: Este relato nos acerca la historia de Javier Calatrava, un hombre que podía oler, saborear y ver la música, y que aprovechó una aparente limitación física para desarrollar al máximo su sensibilidad, convirtiéndose en un artista de prestigio mundial.

Si aún tienes ganas de saber más sobre el libro, aquí tienes el prólogo y aquí el vídeo promocional o booktrailer.

OPINIONES

Lo que otros opinan de Como tú y como yo

Ana: «Me encanta como escribe Berta. Todo lo que sale de su cabeza y sus dedos tiene una luminosidad que no puedo describir».

Carlos: «Nada que envidiar a los grandes escritores ni por la imaginación ni por la excelencia literaria».

Raül: «Eres una gran fabuladora que narra a golpes de vida, a golpes de los latidos de una vida que a veces se ve cubierta por nubes negras; sabes descifrar los comportamientos y los silencios y sobre todo sabes cómo trasmitirlos jugando con el lenguaje. Para arriba y para abajo. Cada retal de historia con su estilo. La palabra y tú os fundís en muchas ocasiones, y desaparecéis para dejar paso al aliento de los personajes. Sabes correr y parar e ir despacio, y todo viene en su momento justo, es como si tuvieses la capacidad de hacer sentir al lector lo que tú quieres que sienta y que viva lo que tú quieres que viva. Se nota que antes de ponerte a escribir, coges el cuchillo y te abres el pecho ».


Antoñita: «Tus relatos me hacen ser mejor persona».


Verónica: «Me gusta tu pluma, me gusta el manejo de los personajes y, sobre todo, las emociones que se viven a través de tus palabras. He sonreído, me he puesto triste, me he alegrado, me he indignado...
Me hiciste reflexionar acerca de lo que es realmente importante. Me dejaste pensando en esas pequeñas cosas que creemos que podemos obviar y que, en realidad, componen la bisagra de nuestras vidas.
Entre tantas películas, series e incluso libros, donde la vida siempre es hermosa y los problemas no existen, de vez en cuando, hace muy bien darse una vuelta por la realidad y verse reflejada en una historia de vida, en una situación o sentirse agradecida por no haber tenido que vivirla.
Y es por eso que me parece que tu libro tiene un valor agregado. Porque llama a la reflexión. ¿Qué dejamos de lado y no nos damos cuenta? ¿Qué hacemos para cambiar lo que creemos que está mal? ¿Nos sentimos desagraciados? ¿Comparados con quién? ¿Tomamos las decisiones correctas? ¿Nos arrepentimos de ellas? Esas preguntas van surgiendo al final de cada relato. Para mí, leerlo fue un viaje hacia la reflexión y por cierto, trascendió las fronteras literarias.
Gracias por estos relatos. Fue un placer leerte».


José Manuel: «Acabo de terminar "Como tú y como yo". Una obra llena de humanidad donde se mezclan las penurias del ser humano junto a grandes dosis de esperanza. Todo cocinado con un estilo poético y accesible a un tiempo. Una obra escrita por un ser humano completo.
Mención destacada para "Bajo el lapacho rosado" y "Con el agua al cuello". El primero un relato con un gran estilo y elegancia a la par que intensidad; el segundo cargado con un humor trágico que emociona».

Josefa: «Me ha gustado mucho. Es ameno y de fácil lectura. Los relatos tienen la medida justa, creo yo, para este libro. Hay mucha sensibilidad en todas las historias, tienen corazón. Está muy bien escrito (faltaría más) y consigues transmitir lo que supongo pretendes en cada una de ellas. Se nota lo mucho que has trabajo en él y el cariño que le has puesto».


Benjamín: 13 relatos de gran sensibilidad e impecable escritura.

Yolanda: Como tú y como yo siempre estará ahí para recordarme que tras la tempestad siempre llega la calma, que tras la noche siempre llega el día...

Blog “Leyendo y catando”: Me gustó mucho, y me dio una lección de vida.


RESEÑAS Y ENTREVISTAS:
http://menuparabibliofagos.blogspot.com.es/2013/01/como-tu-y-como-yo.html

http://misaladelectura.blogspot.com.es/2014/01/resena-como-tu-y-como-yo.html

http://leyendoycatando.blogspot.com.es/2014/07/como-tu-y-como-yo-berta-carmona.html

http://libresdelectura.blogspot.com.es/2014/10/como-tu-y-como-yo-berta-carmona.html

http://dondelasemocionesnosllevan.blogspot.com.es/2014/07/como-tu-y-como-yo-de-berta-carmona.html

http://www.sevilladirecto.com/berta-carmona-como-tu-y-como-yo/

http://tedeseounlibro.blogspot.com.es/2014/09/entrevista-berta-carmona.html

http://www.romanticacontilde.com/2015/09/como-tu-y-como-yo.html


La ilustración de la portada es de Javier Monsalvett  http://monsalvett.blogspot.com/


Muchas gracias por tu interés. Espero que Como tú y como yo consiga transmitirte el mensaje optimista con el que ha sido creado y ayude a poner una sonrisa en tus días. Cómpralo ahora con un solo clic (de momento solo disponible en versión digital) en Amazon.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Mirar para el otro lado o simplemente no mirar

Mirar para otro lado es fácil. También lo es simplemente no mirar. Basta con girar un poquito el cuello o cerrar los párpados momentáneamente. Otra forma de hacerlo, más metafórica, es la que ponemos muchos en práctica en el momento de filtrar la información que recibimos: no más telediarios, no más periódicos, no más bombardeo continuo de imágenes de quienes tienen la patética fortuna de estar en el otro lado. Miramos para otro lado (para nuestro ombligo y nuestro puñetero mundo de bienestar o mediobienestar).

Sin embargo, un día te levantas y se hace casi inevitable no ver una foto que está circulando por todos lados y que se ha convertido en un núcleo fundamental de las conversaciones y tertulias. Una foto sabiamente elegida para mover a la opinión pública. Una foto que corta la respiración, que encoge las tripas, que hace que un dolor inmenso y una ira profunda se subleven contra ese estado de pasividad aprendida en el que muchos nos hemos instalado.

Entonces uno procesa sus emociones (íntimas y privadas) a su manera; hay quien las hace públicas y las airea, hay quien las medita, hay quien las interioriza, y hay quien simplemente vuelve a mirar para otro lado.

También hay quienes ni siquiera sienten nada ante la crudeza de ese niño sirio muerto en una playa. No sienten nada porque los humanes somos expertos en sostener creencias e ideas (de muchos y variados tipos) y luego hacer lo que sea (hasta matar) por demostrarnos que son válidas y tenemos razón. Así, muchos creen que los refugiados apestan y molestan en nuestras ciudades y se convencen de que la tragedia de este sueño astillado en una costa no es más que la culpa de unos padres que deberían haberse quedado en su tierra.

Culpabilizar, minusvalorar, reducir a quienes consideramos que nos molestan es una estrategia infalible; si nos convencemos de que las cucarachas son unos bichos asquerosos y repugnantes, no dudaremos en aplastarlas en cuanto se crucen en nuestro camino y no sentiremos más que una satisfacción profunda por haberlas hecho desaparecer. Esta es una estrategia ampliamente usada a lo largo de la historia para pisotear (léase también aniquilar) a quienes no nos gustaban con total impunidad (Goebbels, el jefe de la propaganda nazi, bien lo sabía). Reconduciendo el tema; si consideramos que los padres de esta inocente criatura que se les escapó literalmente de sus manos son unos insensatos y miserables, nuestra conciencia quedará tranquila y podremos mirar para otro lado con la más serena de las calmas.

No obstante lo anterior, la reacción más común entre la gente de bien es dolernos, lamentarnos, sentirnos afortunados de haber nacido en otro lado, llorar amargamente empatizando al máximo con la crueldad de un drama que nadie debería experimentar jamás… Pero nuestra vida continúa; lejos de las bombas; lejos del terror. Y pronto se nos olvidará esta imagen que nunca debería haberse producido, como se nos olvidan las de tantos y tantos niños de piel menos blanca que mueren en África por enfermedades que se podrían erradicar con soluciones tan simples como la distribución de mosquiteros. Tan fácil y tan barato para los gobiernos, ¿verdad? ¿Sabíais que todos los días mueren de malaria más de 3000 niños, lo que equivale a que se estrellaran diariamente siete grandes aviones comerciales cargados de centenares de niños*? Lástima que esas vidas humanas valgan tan poco para los que manejan el mundo entero como si de un juego de mesa se tratase. Por cierto, esas imágenes apenas nos llegan porque no interesan mediáticamente; así de cruel y de patético es el mundo en el que vivimos. *Datos proporcionados por Cruz Roja Española.

“¿Y qué puedo hacer?”, nos preguntamos. “Yo no puedo cambiar nada”. “Que hagan algo quienes nos gobiernan”. “Todo es culpa de los políticos”. “Nada está en mis manos”. Culpa, culpa, echar balones fueras y convencimiento de nuestras propias creencias. Al final, independientemente de cuáles sean nuestras emociones ante la desgracia ajena y cómo las compartamos con el resto del mundo, todos (o casi todos) miramos para otro lado o simplemente no miramos.