En la entrada “La escritura como terapia II” comenté que más adelante me detendría a explicar los resultados de los experimentos realizados por James W. Pennebaker para investigar las relaciones entre la expresividad y la salud. ¡Ha llegado el momento!
En la década de los 80, este psicólogo investigador comenzó a realizar interesantes investigaciones sobre la incidencia que la escritura podría tener en la salud física y el estado de ánimo.
Experimento 1: estudiantes universitarios
Se eligió una muestra de 46 estudiantes de Psicología para escribir 15 minutos diariamente, durante 4 días. Fueron asignados, azarosamente, a cuatro grupos a los que se le dieron indicaciones diferentes:
1) Escribir sobre los hechos más traumáticos de su vida, focalizándose solo en los hechos y no en los sentimientos.
2) Escribir sobre los hechos más traumáticos de su vida, focalizándose solo en los sentimientos y no los hechos.
3) Escribir sobre los hechos más traumáticos de su vida centrándose tanto en los hechos como en los sentimientos.
4) Escribir sobre temas superficiales y tópicos irrelevantes = grupo de control.
A todos se les aseguró absoluta confidencialidad. Cada día, al terminar la actividad, los estudiantes rellenaban un cuestionario sobre su estado de ánimo. Asimismo, lo hicieron cuatro meses después, evaluando sus sentimientos a largo plazo referidos al experimento.
Resultados:
Inmediatamente después de escribir sobre sus experiencias dolorosas, los estudiantes se sentían tristes y su estado de ánimo empeoraba. Sin embargo, seis meses después, comprobaron a través de un informe del centro médico de la Universidad que quienes habían escrito sobre los hechos y sus sentimientos (grupo 3) mostraban una marcada disminución del 50% en el número de visitas por enfermedad a dicha clínica.
Más adelante, se repitió otro experimento con estudiantes universitarios, pero investigando las incidencias de la escritura sobre el sistema inmunitario. Se eligieron 50 alumnos, se dividieron en dos grupos, uno de los cuales tenía que escribir sobre experiencias traumáticas y el otro sobre hechos irrelevantes. Igual que en el experimento anterior, escribieron 20 minutos durante 4 días, pero a estos se les extrajo sangre (para medir linfocitos T) el día antes de escribir, al terminar la última sesión de escritura y seis meses después.
Resultados:
Los que escribieron sobre sus pensamientos y sentimientos más profundos en torno a las experiencias traumáticas mostraron evidencias de una función inmune superior a la de los que escribieron sobre temas superficiales.
Este efecto estaba a su nivel más elevado el último día del estudio, pero tendía a mantenerse durante seis semanas. Las visitas al centro de salud universitario también disminuyeron.
Experimento 2: desempleados
En este experimento participaron hombres que habían sido despedidos de sus empleos después de haber trabajado en la misma compañía durante la mayor parte de su vida. Se dividieron en tres grupos:
-A los integrantes del primer grupo se les pidió que escribieran durante media hora diaria, por cinco días, sobre sus “pensamientos y sentimientos más profundos” respecto a su despido del trabajo.
-Los del segundo solo tenía que escribir sobre la manera en la que administraban su tiempo.
-El tercer grupo no escribió nada.
Resultados:
-Tras tres meses, el 27% de los hombres en el grupo experimental tenían un nuevo trabajo, mientras que solo el 5% de los que escribieron sobre la administración de su tiempo estaban empleados.
-Meses más tarde, el 53% de las personas del primer grupo tenían trabajo, mientras que solo el 18% de los otros dos grupos había conseguido un empleo.
-Todos los hombres de los tres grupos habían tenido el mismo número de entrevistas de trabajo.
Experimento 3: medio educativo
Al principio de la clase se daba una breve descripción sobre las ideas principales de la lectura y las exposiciones. Enseguida, los estudiantes tenían que escribir sin interrupción durante 10 minutos sobre “sus pensamientos y sentimientos más profundos sobre el tema”.
-Después de escribir, los estudiantes participaban en la discusión de manera mucho más productiva y creativa.
-El ausentismo bajó y las calificaciones en sus exámenes mejoraron drásticamente.
A partir de estos resultados se multiplicaron las investigaciones siguiendo el modelo del doctor Pennebaker en EE.UU., Europa, Lationamérica... Todos los resultados recogieron diversas mejorías en las personas que habían escrito sobre sus traumas, a diferencia de lo que ocurría con los que solo habían escrito sobre hechos superficiales. Iremos viendo más casos en próximas entradas...
Parece ser, por tanto, que la escritura tiene efectos (comprobados experimentalmente) muy positivos sobre la salud, el control de las emociones y los éxitos que pueden obtenerse en la vida. En palabras de Pennebaker: «con el tiempo y la ayuda de decenas de investigaciones... hoy sabemos que la escritura expresiva provoca una serie de efectos en cascada sobre la salud física: estimula la protección inmunológica, relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial, reduce el consumo de alcohol y fármacos. Además, reordena el pensamiento, promueve la conexión con los otros y disminuye las crisis depresivas. Parece mágico». Y tanto que parece mágico, la magia de la palabra es enorme y muy poderosa...
¿Qué opinas tú sobre este tema? ¿Estás de acuerdo? ¿Tienes alguna experiencia positiva relacionada con la escritura?
Muy curioso el experimento, Berta. Es ingeniosa la forma de cuantificar efectos tan dispares o/y subjetivos.
ResponderEliminarA ver cuando te animas y haces un taller de escrituroterapia con algunos voluntarios de indias. ;)
Gracias por la entrada.
No se me había ocurrido experimentar con humanos ;-), pero ya que lo dices me lo anoto en mi lista de proyectos y estudio la posibilidad... ¡Mil gracias por leerme!
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