La obra Perros negros, de Ian Mc Ewan, me ha ido decepcionando conforme me acercaba al final. Considero que el hilo conductor no es firme, no está suficientemente bien organizada y, en algunos momentos, genera confusión. El episodio de los “perros negros” me sabe a poco: en mi opinión le falta intensidad, fuerza (tratándose del hecho que da nombre al libro), además, su narración no justifica el cambio de creencias de June, aun entendiendo la fuerte carga simbólica que posee. El autor se mueve continuamente hacia atrás y adelante desconcertando al lector.
Pero a mí, que me gusta el autor y su estilo, me compensa el valor del tema principal, independientemente de cómo esté tratado, y es que él por sí sólo tiene la capacidad suficiente para provocar emociones: cómo una pareja que se ama es capaz de superponer una ideología a sus profundos sentimientos. Algo tan inmaterial como una idea, tan voluble, que no se puede ver, ni tocar, pero lleva a los hombres a luchar, matar y transformarse, aun sin recordar ya aquello que la originó, o habiéndose convertido en algo completamente diferente.
Para algunos amigos y conocidos, esta obra plantea superficialmente las ideologías del siglo XX, pero esto no lo considero un fallo, sino un estilo de escritura que deja a los lectores la capacidad de interpretar, ampliar, concluir... A mí personalmente me gusta el estilo de Ian Mc Ewan, aunque prefiero, y este sí os lo recomiendo, la lectura de Chesil Beach.
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