jueves, 24 de diciembre de 2009
GÉISER DE DOLOR
Estaba sola contra un universo complicado para el cual no me prepararon debidamente. En ocasiones rozaba la locura; los gritos me sacaban de quicio, esos golpes… No lo aguantaba. La desesperación empezaba a emanar de los poros de mi piel con la fuerza y el misterio del vapor en un géiser. Quería llorar y no sabía. No encontraba escape para la intensidad de mi dolor. Caminaba incontrolada, dando patadas al vacío, retaba al mismo aire que me daba la vida.
¡¡Desesperada!! ¡¡Sola!! Sin un atisbo de calor humano o apoyo. Te llamé y no querías hacerme caso. ¿Cuál es tu criterio? ¿Cómo eliges a quién llevar contigo?
Esa mañana lo sabía. No te escaparías más. En un momento de enajenación total apreté todos los músculos de mi cuerpo, clavé las uñas en mi piel al cerrar los puños con una fuerza sobrenatural, cerré los ojos y te invoqué con el conjuro de quien lo tiene todo perdido. Una caída hacia el vacío. El tiempo detenido en millones de clichés de una vida acabada. Una conciencia interrumpida. El sabor dosificado de una muerte deseada. Una corriente helada recorriendo a la par de mi sangre casi detenida. Un pálpito irregular gobernando un cuerpo inerte....Y cuando estaba a punto de beber el dulce elixir que llevaba años buscando en ti, algo amortiguó la caída. Me volviste la cara, me abandonaste. Otro duro envite de la vida, quizá el peor.
No siento nada, a veces consigo entreabrir los ojos y lo que diviso me devuelve las ganas de suplicarte que, de una vez por todas, me ayudes a cerrarlos y acabar para siempre con este géiser de dolor.
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