Frases célebres

miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA VENGANZA DE LA REALIDAD

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No podía pegar ojo. ¡Qué extraña sensación, joder! ¿Qué coño me pasa? Me tengo que levantar más temprano que de costumbre, esa maldita reunión con el jodido Valentín y no he descansado ni un segundo.

Miguel no estaba acostumbrado a tener insomnio. Bueno, la verdad es que Miguel no estaba acostumbrado a nada más que a su falsa vida llena de satisfacciones baratas.

“¡Inés, joder! ¿No escuchas que la niña está llorando?” “Ve tú de una maldita vez, yo también tengo derecho a descansar una noche”. “¿Descansar tú, para qué? No tienes bastante con estar todo el día viendo novelas y dando paseitos con las maris del barrio?“ ”Eres un cerdo hijo de puta hasta de madrugada” vomitó Inés mientras se levantaba resignada a asistir al bebé. Miguel se dio la vuelta y se aisló de los insultos que porfiaba su compañera colocando la almohada sobre su cabeza.

Intentó cerrar los ojos y pensar en Lucía, esa chica joven cuya sonrisa emanaba el elixir contra la pasión desierta de su matrimonio. Pero extrañamente, Lucía no aparecía en su mente como siempre, espléndida y sonriente sugiriéndole fantasías reales. Esta vez, Lucía lo miraba con desprecio, seria, y se iba de la mano con un chico alto, guapo y más joven que él. “Él me quiere de verdad, Miguel, estoy cansada de ser siempre la amante, de tus mentiras, de tus falsas promesas. Púdrete. Púdrete, púdrete, púdrete, púdrete”

Miguel se dio la vuelta en la cama intentado sacudir su mente de esa palabra repetitiva que le martilleaba, y se encontró con Inés que acababa de llegar de dormir a la pequeña. “Púdrete” le gritó. Mientras ella cogía el cojín que usaba de almohada individual, con una serenidad aplomante y angustiosa le dijo: “hoy duermo yo en el salón pero mañana te quiero fuera de esta casa. No soporto más tus desprecios, tus insultos. Púdrete”

Miguel estaba bloqueado. ¿Qué estaba pasando? Ese día había sido como otro cualquiera e incluso cuando se metió en la cama, después de cenar con la familia, todo parecía normal. ¿Qué era toda aquella situación repentina? ¡Ah sí!, sería un sueño, una pesadilla, no tenía más remedio que ser eso.

Pero esta hipótesis falló cuando Inés retiró la manta polar y el frío hizo que se erizara cada esquina de su piel. Ese frío era absolutamente real, no podía ser un sueño… Miguel se sentía fatal, empezó a tiritar con todo el cuerpo encogido pero no sentía fuerzas para levantarse a coger algo con que taparse.

Cerró los ojos de nuevo y esta vez vio una señora mayor, sentada en una butaca que se mecía a un ritmo descompasado que probablemente marcaba su propio corazón. Un corazón angustiado por un llanto desconsolador que emitía amargamente, con ansiedad y una respiración entrecortada. Miguel sintió pena, compasión… “Demonios!!!” Definitivamente algo debía ir mal porque Miguel no había sentido algo así desde hacía siglos…

Dio una vuelta. Y otra vuelta. Y otra, pero la señora no desaparecía de su pensamiento. Es más, por su cabeza pasaban distintas imágenes de ella en diversos momentos: mientras cocinaba y lloraba, mientras ahogaba un llanto amargo bajo el sonido de la ducha, refugiando las lágrimas bajo una almohada con la funda empapada… “No!!!! No puede ser!!!” Gritó Miguel. “¿Qué coño está pasando?” Miguel había reconocido de pronto la cara de su madre en todas las imágenes. Su madre que lloraba quizá por todos los desplantes que él le había hecho, por su egoísmo, su olvido, su indiferencia… Intentó acercarle una mano, ofrecerle un gesto de consuelo que ya había olvidado cómo hacer, pero ella le retiró el brazo despreciándolo. Sí, Miguel presenció cómo su propia madre lo rechazaba. “Púdrete Miguel, púdrete”

Cada vez tenía más frío. Abrió los ojos y vio su reflejo en el espejo del vestidor. Daba auténtica pena. El figurín, el niñito guapo, el playboy del barrio, el jefe déspota y conquistador, el amante incansable, aparecía allí con unas piernas delgadísimas al descubierto y con un cuerpo helado por el sudor frío.

Entonces fue cuando Miguel recordó una frase que hacía años había leído en un periódico. Una frase corta. Una frase sencilla. Una frase simple pero densa. Una frase que cautivó toda su atención impidiéndole seguir adelante en la lectura. Una frase que sacudió su conciencia por entonces aún existente. Una frase que le pareció un tipo de profecía, de maldición pero que por supuesto, desoyó e ignoró totalmente. “Toda realidad que se ignora, prepara su venganza”. Sí, esa era la frase.

Y ahora entendía por qué aquel día hace años esa frase le revolvió por completo, esa frase era la profecía cumplida. Después de años de pisotear, menospreciar, subyugar, olvidar, mentir, etc., después de años de hacer con la realidad lo que le venía en ganas, de manipularla a su antojo para salir airoso, de cambiarla según los deseos que en él aparecían, después de largos años de ser el amo y señor de su Universo, la realidad había decidido vengarse.

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